William acababa de cumplir diez años cuando consiguió la admiración de todos sus amigos: su ojo experto apuntó a un grajo que descansaba en un árbol lejano y, tras un instante de concentración, el tirachinas dio en el blanco. Nada grave, en apariencia; solo una chiquillada, pero desde entonces su vida cambió y William se propuso olvidar el pasado, trabajando duro para adelantarse al tiempo y a sus leyes. Los años fueron pasando, y un hombre vestido de negro empezó a rondar a William en las circunstancias más trágicas. Nació así una extraña unión entre los dos caballeros, y se inauguró en Londres una tienda espléndida, donde se exponían las telas y los complementos adecuados para el duelo de los difuntos. El negocio fue un éxito, y William durante un tiempo pensó que su apuesta por el olvido era acertada, pero llegó un día en que un grajo muy negro surcó el techo acristalado del almacén y de golpe el pasado volvió, cargado de secretos y dispuesto a tomarse su venganza...
Diane Setterfield Orden de los libros
Diane Setterfield es una autora británica aclamada como maestra del arte de contar historias. Sus novelas, a menudo descritas como 'una carta de amor a la lectura', entrelazan misterio, encanto y una profunda exploración de la naturaleza misma de las historias. Considerándose 'primero lectora, luego escritora', Setterfield profundiza en temas de narrativa, identidad y las intrincadas conexiones entre la vida y la literatura. Su distintiva habilidad para crear mundos y personajes cautivadores cimenta su importancia en la ficción contemporánea.







- 2013
- 2007
Margaret Lea no sabía mucho sobre Vida Winter. Aunque, dado el carácter hermético de la escritora, poco o nada era lo que el común de los mortales sabía de ella. Margaret, sin embargo, conocía la existencia de un curioso libro de la autora con una docena de relatos, cuyo decimotercer texto no era sino un error de cubierta y el único vestigio de un escrito que jamás había llegado a ver la luz: el cuento número trece. Una ausencia con un aura de leyenda, y, quizá, el motivo por el que Vida Winter se había decidido a hablar en el final de sus días.