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Anna Balbusso

    Mio nonno era un ciliegio
    Cascanueces y el rey de los ratones
    La abadía de Northanger
    • Quizá la novela más irónica y divertida de Jane Austen, maestra inigualable de la comedia de costumbres. Traducción de Isabel Oyarzábal Introducción de Marilyn Butler, profesora en las universidades de Cambridge y Oxford Publicada por primera vez en 1818, La abadía de Northanger narra la historia de Catherine Morland, una joven muy aficionada a las novelas góticas. Por ello, cuando los Tilney la invitan a pasar una temporada en su casa de campo, se pone a investigar tortuosos e imaginarios secretos de familia. Pero al comprender que la vida no es una novela, la inocente Catherine pondrá los pies en la tierra y encauzará su futuro según dictan las normas morales y sociales de la época. La presente edición incluye una detallada cronología de la autora, así como una introducción a cargo de Marilyn Butler, reputada crítica literaria, y autora del ensayo Jane Austen and the War of Ideas (1975). Hace las veces de colofón una nota biográfica escrita por el hermano de Jane Austen cinco meses después de su muerte, un documento inédito que aporta fragmentos de sus últimas cartas y deja entrever el perfil más humano de una de las autoras más apreciadas de la literatura inglesa.

      La abadía de Northanger
    • «Durante todo el día 24 de diciembre los hijos del consejero médico Stahlbaum no habían podido entrar en la sala principal y menos aún en el salón de gala contiguo. Fritz y Marie estaban agazapados en un rincón de la salita de atrás; el oscuro crepúsculo había hecho ya su aparición y sentían mucho miedo, pues, como solía ser habitual ese día, no les habían llevado ninguna luz. Fritz, susurrando en secreto, le contó a su hermana pequeña (acababa de cumplir siete años) que, desde por la mañana temprano, había estado oyendo ruidos, murmullos y suaves golpes en las habitaciones cerradas. Que no hacía mucho un hombrecillo oscuro había pasado por el pasillo a hurtadillas con una gran caja bajo el brazo, pero que él sabía de sobra que no era otro que el padrino Drosselmeier». Así comienza el cuento clásico que Hoffmann compuso para los hijos de su amigo Julius Eduard Hitzig: Marie y Fritz, quienes, como señala la traductora, Isabel Hernández, en su epílogo, «no son solo niños, sino que como tales representan algo mucho más valioso y que es ni más ni menos la poesía romántica frente al mundo racional de los adultos».

      Cascanueces y el rey de los ratones