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En 1939, en su exilio suizo, Klee pinta un petulante equilibrista satisfecho de sostenerse con una sola pierna sobre la cuerda. Continúa así una rica tradición en la que el equilibrio de fuerzas es una muestra de poder y de riesgo. Además las manos del equilibrista acaban en timbaleras como si estuviera tocando un gran tambor. Recordando la frase de Nietzsche sobre el peligroso caminar del hombre sobre el abismo, y la autodefinición de Hitler como tamborero de guerra, Kersten da a este cuadro una significación alegórica en la que no es ajena la propia vida del artista.
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Paul Klee, petulancia, Wolfgang Kersten
- Idioma
- Publicado en
- 1995
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