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Alfred Jarry situó la saga de su Ubú en Polonia "es decir: en ninguna parte". Vian -que fue su aventajado discípulo- no sólo inventa la tierra de Exopotamia sino que para narrar lo que a ella se refiere alude a un Pekín innecesario y a un otoño irrelevante. Esto parecería anormal si desde el comienzo Amadis Dudu no perdiese todos los autobuses, una mañana en que se niegan a transportarlo, o el pacífico burócrata Claude León no se convirtiese en asesino a pesar suyo, sólo por llevar un revólver en el bolsillo. Pero en el mundo de Vian todo es posible: hasta esta sinfonía en tres movimientos organizada a golpes de trompeta.
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