Junto con Galileo Galilei, Giordano Bruno fue sin duda el «hereje» más significativo condenado por la Iglesia católica a comienzos de la edad moderna. Ingresó muy joven en la orden de los Dominicos y ya antes de ser ordenado de sacerdote surgieron los primeros conflictos con las autoridades eclesiásticas. Su vida fue una huida constante por la Europa culta de entonces. Por un motivo u otro, Giordano Bruno no desarrolló un pensamiento sistemático, pero el contacto con los ambientes más dispares de su tiempo enriqueció sus escritos con intuiciones que hoy tal vez puedan servirnos a nosotros. Sus últimos ocho años los pasó en la cárcel de la Inquisición, primero en Venecia y después en Roma, donde fue quemado el 17 de febrero de 1600. Eugen Drewermann no pretende ofrecernos una crónica detallada de los años de prisión de Giordano Bruno, sino evocar, con la fuerza dramática y poética de que él es capaz, la pasión heroica e indomable que guió el espíritu inquieto del pensador napolitano, especialmente en la etapa final del cautiverio. Como autor comprometido con su propio tiempo, en las palabras de Drewermann se puede percibir el eco de algunas de las angustias que atormentan a muchos cristianos actualmente.
Eugen Drewermann Orden de los libros







- 1995
- 1994
Lo esencial es invisible
- 182 páginas
- 7 horas de lectura
El Principito de Saint-Exupéry se ha convertido, para una gran multitud de hombres y mujeres de nuestro siglo, en la narración clave de su vida. El Principito les ofreció refugio en horas de soledad, desengaño y desamparo; fue también el acompañante imprescindible en sus búsquedas y anhelos interminables. El Principito volverá a esta tierra, cuando ayudemos a superar las contradicciones que le echaron a perder. El Principito tiene que vivir en esta tierra. Éste es el objetivo central del presente ensayo psicoanalítico y teológico que desea seguir soñando en los símbolos densos de la famosa narración de Saint-Exupéry con vistas a la propia vida. Investigar este librito y su mundo psíquico significa preguntar hasta qué punto puede haber una esperanza digna de crédito para nuestro inhumano siglo. Tenemos conciencia de vivir en medio de un desierto que se extiende sin cesar. La pregunta es si habrá alguna fuente y dónde estará. Tendremos que ir, con Saint-Exupéry, por el camino de las estrellas y de las cisternas y ver cuánta luz encontramos en la noche, y cuánta agua en el desierto.